Queremos
hablaros del nuevo proyecto de Cristina Amor, El Brocolisaurio, escritora del
libro "La espada del rey". Pero mejor que ella misma os lo explique
con sus propias palabras:
Cuando mi hijo tenía tres años adoraba el
brócoli. Lo prefería a la pizza, las salchichas, los macarrones con tomate…
Era, sin lugar a dudas, su comida favorita.
Recuerdo que una noche, mientras yo
preparaba la cena en la cocina y él veía los dibujos en el salón, me llamó para
preguntarme de dónde venía eso olor tan extraño que invadía toda la casa.
Estaba cociendo brócoli y friendo un filete de salmón en la sartén, ambos con
olores muy particulares, y le dije que se debería a eso. No se quedó muy
convencido pero enseguida los dibujos volvieron a llamar su atención. Cuando le
puse el plato de la cena en la mesa me miró muy serio y me dijo: “confiesa, le has echado un pedo a la
cena”. Solté una fuerte carcajada y, entre risas, le dije que sería el
brócoli que olía así. “Eso no puede
ser”, contestó, “si está riquísimo”.
Tres años después, Izan, que así se llama mi
hijo, detesta el brócoli. Y no es porque todavía piense que, al cocinarlo, lo
aliñe con sal y el frasco de pedos que guardo entre el del orégano y el ajo en
polvo , sino porque, por defecto, odia todo lo que se le ponga en el plato que
tenga color verde. Afortunadamente para mí, y a pesar de sus esfuerzos por
escupir cualquier verdura que sea tan osada como para meterse en su boca, le
encantan los cuentos y que su madre le ponga voz a cualquier objeto inanimado
de la casa. Desde las pelusillas del pasillo que, al igual que las meigas,
haberla haylas, hasta la escobilla del váter, todo es capaz de encantarle si se
le sabe dar voz.
Así fue como “El
Brocolisaurio”, un cuento que escribí al año de que él naciera, salió del
cajón para convertirse en la excusa perfecta para comer brócoli. Supongo que,
como ya estaréis imaginando y partiendo de la base de lo mala, malísima madre
que soy, que usara, y uso, el chantaje emocional para salir victoriosa de
tamaña empresa no os resultará extraño. Stanley, alias “El Brocolisaurio”, un dinosaurio verde
de peluche que compré en una tienda a la desesperada y que poco o nada, se
asemeja al del cuento, necesita a un amigo al que le guste el brócoli como a él
y, si Izan no lo quiere comer, se siente solo y ya no tiene a quien retar a una
batalla de atufantes pedos. Cierto es que esta estrategia sólo funciona cuando
mi hijo está de buen humor porque, cuando tiene el día torcido el brócoli se lo
come la friki de su madre.
Esta web, y este blog, nacen con la idea
de que conozcáis a “El
Brocolisaurio” y que podáis compartir con él recetas, curiosidades y
anécdotas que tengan que ver con una alimentación sana y con el día a día de
nuestros hijos. Yo, desde aquí, estaré encantada de poder escribiros y leeros.
Y, si Stanley es el brocolisaurio, yo soy Cristina alias “la chica del brocolisaurio”.
Mientras que la cercanía del año 1000 d. C.
llevaba a algunos a profetizar el fin del mundo, Hugo Capeto, Duque de Francia
y Conde de Orleáns, movía con esmero las últimas piezas que le conducirían al
trono de Francia. Difíciles parecían los obstáculos que habría de superar, pero
insignificantes en comparación a la recompensa que le aguardaba. Sus hijos, su
ejército, su pueblo, habrían de hacer frente a una ambición que no conocería
límites y a un futuro que vendría cargado de sacrificios. La guerra pronto
empezaría a fraguarse en cada rincón de sus nuevos dominios y viejos enemigos
aguardarían impacientes la caída de su reinado. En un presente que sólo conoce
de conspiraciones y tramas, el amor se convierte en la única esperanza para
aquellos que habrán de someterse a la voluntad del ambicioso monarca. Agosto de
987 d. C. Adalberón, arzobispo de Reims, ciñe la corona del trono de Francia
sobre la cabeza de Hugo Capeto. Traiciona así las aspiraciones del legítimo
heredero, Carlos de Lorena, último descendiente directo de la dinastía
carolingia. Lejos de allí, al amparo de la bruma de las costas normandas,
Verania Capeto llora su exilio atrapada en los brazos del eterno enemigo. Sabe
que pronto empezará la guerra y que el nuevo caudillo del ejército de su padre,
el caballero Conrado de Concoret, será el encargado de blandir la espada que
someta a todo su reino. Sin embargo, no será una victoria fácil, pues la
traición y la codicia se esconden en cada corazón y en cada esquina...